20--- Sin respuesta
Cuando llegó a la oficina, muy temprano, no se sorprendió de ser la
primera en llegar a la planta tercera donde estaba su reino, en muchas
ocasiones lo era, no porque los demás llegasen tarde, sino porque parecía que ella se caía de la
cama casi todas las mañanas. Cruzó la
gran sala repleta de mesas y ordenadores dándole a todos los interruptores que
se encontraba por el camino a su despacho, aunque el edificio tenía ventanales por los que entraba la luz del día, las grandes pantallas cuadradas que colgaban
del techo tenían que estar encendidas obligatoriamente para que todos y cada
uno de los rincones del enorme salón estuvieran bien iluminados.
Llegó a su despacho, abrió la puerta y… ¡no podía
creerlo!, no se veía nada… nada, excepto globos, habían inundado la habitación
de infinidad de globos multicolores de los que colgaban mensajes como…
“Felicidades”, “Te queremos”, “Es una chica excelente”, “Jefa, nos debes una
comida”… cosas así…--reía emocionada, no lo esperaba—Intentó entrar
apartándolos pero no pudo, de detrás de
tantas bolas, lazos y colgaduras, salieron sus queridos compañeros acompañados
de un griterío que parecía decir “Feliz cumpleaños”
Fue un día tierno y cálido, lo pasó bien, a
mediodía dio por concluida la jornada laboral y se fueron todos a celebrarlo
con un almuerzo.
A las seis de la tarde, se despedía del último
invitado… Enri.
--- Gracias por todo, Enri, habéis conseguido
alegrarme el día, he tenido ni más ni menos que la mejor compañía que podía
tener, gracias.
Volvió a casa con algunas bolsas de regalos y con
la angustia de saber que tenía que hacer una llamada que, tal vez, nunca fuera
respondida.
Se metió en la ducha e intentó relajarse, salió
con la piel enrojecida del agua caliente, aguantó el chorro cuanto pudo, eso
casi siempre lograba tranquilizarla.
Se puso cómoda, abrazó un cojín y con la mano
libre empezó a marcar, sus latidos iban cogiendo carrerilla y ella respiraba
hondo para calmarlos, el tono sonó una vez, dos… tres –cógelo Eloísa, por Dios,
cógelo--…cuatro y en la quinta, se cortó la comunicación, habían colgado al
otro lado.
De nuevo un llanto en la noche.
A muchos kilómetros de allí, Eloísa también
celebraba una fiesta rodeada de amigos, de
regalos y de cariño, pero llegado un punto del día, empezó a notar
cierta zozobra, estaba ansiosa por comprobar si su teléfono sonaría también
este año. Se fue con disimulo hacia el
bolso, esperando que nadie se diera cuenta… ¿de qué?, a estas alturas quién
podía pensar todavía en Emilia. Seguro que ya no estaban tan pendientes de ella
como antes, habían pasado dos años y no podían pensar que tal como estaban las
cosas, Eloísa pudiera estar esperando con impaciencia una llamada de su
hermana… pero por lo visto, así era.
Se decía a sí misma, que solo era curiosidad, el
morbo de comprobar que Emilia seguía penando y seguía necesitando su perdón. --
no sabía cuán equivocada estaba--
Abrió el bolso, rebuscó entre el contenido un teléfono pequeño que siempre llevaba
consigo –no sabía por qué—pero que normalmente estaba apagado, lo sacó, lo
encendió, introdujo el pin que le solicitaba y miró la pantalla, no había
ninguna llamada perdida, lo volvió a soltar en el bolso.
No sabía qué sentía, si decepción porque su
hermana ya había desistido de ser perdonada o
alivio porque no la había molestado. Se dirigió
hacia la mesa donde estaban las bebidas dispuesta a servirse una copa, en ese
momento sonó el timbre de un móvil, miró alrededor esperando ver a alguien cercano a ella con un
teléfono en la mano contestando una llamada… pero no, nadie hablaba por un
móvil, se dio la vuelta despacio, notando como algo se le agitaba en su
interior, metió la mano de nuevo y sacó
el teléfono, en la pantalla aparecía un nombre: “Emilia”, inmediatamente
después de leerlo… colgó.
Continuará
Joder ya se va torciendo la cosa, que le dirían para colgar tan rápido.
ResponderEliminarBesos yeste lima.
EliminarYa sólo queda.....nada, para que termine y te enteres de todo, jajaja.
Besos, Rafa.
Lo estás explicando muy bien, Luisa, no se sabe qué situación tendrán.
ResponderEliminarIajaja, Como tengo la sartén por el mango, puedo hacer bueno o malo a quien quiera y me gustan las jefas buenas.
Ahora en , fui contable durante diez años en una empresa de alta costura, y cuando se casaron dos de los hijos, hicieron un banquete expresamente para todos los empleados sin excepción, así que me gustan las jefas generosas, jajaja.
Besotes apretaos, amiga.
ResponderEliminarErrata:" En serio""
Pufff cada vez lo veo más negro... ¡En algún momento tienen que encontrarse! A lo mejor Enri que parece un buen amigo hace algo para que se encuentren!
ResponderEliminarUn beso ^^
EliminarPronto saldremos de dudas, amiga Imaginativa, éste es el penúltimo capítulo, queda poco.
Besos apretaos.
Terrorífica experiencia para Emilia.
ResponderEliminarY comprendo a Eloísa. Muchas veces yo pienso "voy a hacer esto o lo otro", y a la hora de la verdad tomo la decisión más miserable, así sin pensarlo, de forma instintiva.
EliminarHay momentos o etapas en la vida en que todos nos hemos visto perdidos y en esa bruma no sabemos muy bien qué hacemos y si estamos equivocándonos. Menos mal que tarde o temprano se disipa y volvemos a recobrar el eje del timón.
No creo yo que tú hayas tomado decisiones miserables porque no pienso que lo seas, Fernando.
Besos y hasta pronto.