14--- Gracias, amigo.
--- ¿Oyes?
--- Sí, dime, Rafael
--- ¿Cuándo es nuestra próxima salida?
--- Espera, --consultó su agenda y a pesar de tenerla
muy apretada, contestó rápidamente—
A ver… ¿Te viene bien pasado mañana para comer?
--- Siempre me viene bien, Emilia, tú lo sabes.
--- De acuerdo, te llamaré para concretar el
sitio. Un beso.
Rafael
colgó sintiendo que se había vuelto a
encender la lucecita de la esperanza… Emilia, esta vez no se lo había pensado,
no le había dicho el consabido “no” inicial y oyó su voz muy decidida, parecía
tener ganas del encuentro.
Las horas que pasaron hasta su cita en un
restaurante apartado de la ciudad, elegido por Emilia, le habían servido para darle vueltas a la
cabeza y pensaba ilusionado que a lo mejor hoy, cometería por fin el
atrevimiento de besarla en la boca.
Habían quedado en que la recogería de la oficina e
irían en coche hasta un pueblecito cercano, en cuarenta minutos estarían allí.
A Rafael le gustó el sitio, pensaba que Emilia
había sabido escoger el restaurante, era tranquilo, acogedor y no estaba
atiborrado de gente… podrían hablar serenamente sin miedo a que las mesas
cercanas pudieran oír las confidencias.
Les sirvieron los entrantes y ambos pidieron
cerveza muy fría. Para comer, Rafael pidió cordero asado con guarnición de
verduritas al vapor y Emilia se decantó
por una dorada a la sal y ensalada simple. Ninguno de los dos tomó
segundo plato, de postre Rafael quiso café solo y ella, un trozo de tarta de
queso con frambuesas.
Durante la comida, la conversación fue variada,
hablaron de sus jornadas de senderismo… reían recordando anécdotas, de la obra de teatro que estrenaba un
conocido humorista y showman y del giro que tomaba la vida en ocasiones.
En el primer silencio que se produjo, Emilia no
quiso perder la ocasión de cambiar de tercio y trascendencia y poniéndose
seria, le dijo:
--- Rafael…
Rafael, supo en ese preciso instante que el
alcance de su seriedad, no era el imaginado, intuyó que debía ser importante
para que Emilia hubiera querido contárselo en la intimidad de una comida.
Y sabía también que por muy sutil que fuera ella,
sus palabras iban a tener un efecto negativo en su relación.
Le daba miedo dejarla hablar.
--- Espera,
Emilia, no digas nada que…
--- No, Rafael, déjame hablar.
Rafael la dejó.
--- Vamos a dejar de vernos, amigo mío. Aunque
parezca presuntuosa, sé, porque mi
corazón me lo dice, que todo lo que he intentado para que sólo fuéramos amigos,
no ha dado resultado, sé que te estás
enamorando de mí, sé que nunca podré corresponderte, sé que no quiero hacerte daño por nada del
mundo y sobre todo sé que has sido el amigo más querido que jamás he tenido y
que nunca encontraré alguien como tú.
Rafael la interrumpió tímidamente.
--- Pero… no sabes si algún día…
--- Sí, lo sé, yo nunca podré sentir por ti lo que
tú sientes por mí, te quiero muchísimo, te voy a echar en falta más todavía,
pero por quererte así, es mi obligación desear lo mejor para ti y, créeme…no soy yo.
--- ¿Hay otro hombre en tu vida?
Emilia sintió que su sangre se agolpaba en su
cara, pero no vaciló al contestarle.
--- No es eso, Rafael, pero he sido egoísta al
estar contigo sabiendo tus sentimientos y los míos, estaba tan a gusto que
deseaba con todas mis fuerzas que te
dieras cuenta que entre nosotros sólo podía existir una extraordinaria amistad… mientras que yo, disfrutaba de tu compañía sin pensar en nada
más.
--- No digas eso, yo también he disfrutado de tí
en cada una de nuestras salidas, lo pasábamos bien juntos, y también fui
egoísta, porque imaginándome lo que tú no querías de mí, siempre albergué la
falsa esperanza de conseguirlo.
--- Eres como pocos, Rafael, en todos los
sentidos, cualquier mujer… cuando te conozca, sabrá valorarte y amarte como te
mereces, no cambies nunca y sigue siendo
con las chicas como has sido conmigo.
--- ¿Entonces porque tú no…
--- Yo no soy como tú crees, algún día lo sabrás y
puede que ya no quieras recordarme.
--- Nunca me ha importado ni tu pasado ni tu
presente si yo no estaba en ellos, así que no te preocupes de lo que puedan
contarme en un futuro, siempre me importarás tú.
Te agradezco tu sinceridad, aunque me duela, y
mucho, reconozco que tienes razón, es mejor dejarlo ahora, hubiera llegado a
quererte con toda mi alma y entonces el dolor hubiese sido insoportable.
Gracias, gracias por darme la oportunidad de conocerte. No te olvidaré.
--- Gracias a ti por escucharme y entenderme.
Ahora me apetece una copa de algo fuerte, ¿y a ti?
--- ¡¡Ufff!! También. –llamó al camarero y pidió
dos copas de Ballantine’s.
Estuvieron en el restaurante un rato más, haciendo
ambos acopio de entereza incluso cuando,
por alguna tontería, dejaban escapar la risa.
Rafael, la acompañó a casa, bajó del coche y lo rodeó por el morro para abrirle la
portezuela a Emilia, ella salió y juntos se dirigieron, cogidos del brazo a la entrada
de la casa.
--- Llegamos –dijo Emilia—
---
Sí
No
hubo tiempo para palabras, se abrazaron, fuertemente, sin más, segundos o
minutos eternos. Por la cara de Rafael,
rodaron dos lágrimas que Emilia no pudo ver, ella cerró los ojos y apretó los
labios con rabia. Nunca encontraría un amigo como él.
Al
llegar a su habitación, soltó el abrigo y el bolso en el suelo, se tiró literalmente en la cama y dio rienda
suelta a su pena.
Se
quedó dormida cuando ya había amanecido.
A
las diez de la mañana llamó a la oficina para decir que no se encontraba bien y
que se tomaría un par de días de asuntos propios.
No
tenía ninguna enfermedad, pero su cuerpo
apenas la sostenía, sólo tenía ganas de estar en la cama, ya no lloraba, pero solo quería estar ausente de todo y
pensar, sólo eso… pensar.
El
segundo día de encierro parecía tener la mente más clara, hizo una cafetera
bien cargada y tomaba pequeños sorbos sin cesar, necesitaba estar despierta, el
dolor de cabeza era insistente, no quería irse y eso le producía un sopor que
tenía que alejar como fuera para seguir pensando con claridad.
Ya
había tomado la decisión de alejarse de Rafael, había sido duro, pero
ahora venía lo más difícil, había
pensado mucho los últimos días, se había dicho un millón de veces que ella no
podría ser feliz si le arruinaba la vida a su hermana y nunca sería capaz de
poner a Pablo en la tesitura de elegir entre las dos porque sabía que él quería
a Eloísa… tampoco podría estar cerca de ellos, viviendo su felicidad y llevando
su amor en silencio… no era mujer para eso, siempre lo había dado todo por su
parte en cualquier situación, el cien por cien, pero también exigía lo mismo y
sabía que aunque era y había sido muy feliz con Pablo en esa extraña armonía a
tres, los días en esa incongruencia estaban contados.
Tenía
la certeza de que no tardaría mucho en decidir cuándo hacerlo y cómo, pero
desde luego, empezaría a hacer indagaciones sobre el traslado a otras oficinas,
otras ciudades o tal vez otro país.
En
la oficina, no pasó desapercibido a nadie que la compañera, la jefa…
no era la misma de un tiempo a esta parte, no compartía con ellos
ni bromas ni risas, casi siempre ponía excusas
a los almuerzos con los compañeros y la tristeza hacía que sus ojos no
fueran tan vivos y alegres. Ya se habían enterado de que estaba
esperando la confirmación de su traslado, sabían que se iba lejos pero se les
escapaba el porqué. No le conocían pareja sentimental ni le habían oído hablar
de ningún hombre, así que ¿Cuál sería el motivo? Podía ser por enfermedad o
problemas familiares, pero ¿era tan serio que no les quería decir nada? No les
importaba el chismorreo, sólo estaban intranquilos por su falta de
explicaciones, siempre habían sido muy buenos compañeros y les preocupaba lo
que le pudiera estar pasando. Sin
embargo Emilia no estaba dispuesta a aclararles nada, cuando llegara el día de
la partida, les daría una carta de su puño y letra diciendo que la trasladaban
a otra sucursal que necesitaba de sus gestiones y que les echaría a todos de
menos, que habían sido buenos compañeros y que les dejaba una buena carta de
referencias a cada uno de ellos por si alguna vez la necesitaban. Se despediría
con un “Gracias, hasta siempre”
Continuará.
Continuará.
ResponderEliminarOs pido perdón a todos por mi retraso en visitaros y en contestar mis propios comentarios, ahora ya estoy más tranquila y volveré a la normalidad, gracias por vuestra espera.
Besos apretaos.
Yeste.
Yeste, querida, no tienes que disculparte. La vida tiene estas cosas y lo más hermoso es poder vivir en libertad sin temor a no cubrir las expectativas de los demás, haciendo lo que hay que hacer, o lo que se puede hacer o hacer hasta donde se alcance.
ResponderEliminarEn cuanto a Emilia, parece que ha tomado una decisión sensata y honesta por primera vez. Quizás la chica tenga arreglo :)
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ResponderEliminarEl capítulo más triste de todos los que has escrito, que difícil es el amor a veces...
ResponderEliminarMe alegro de tu vuelta a la normalidad, Yeste.
Besitos
Los relatos siguen magistralmente su curso, y no te preocupes por atender, ya que primero son las obligaciones.
ResponderEliminarBesos.
Una lástima por Emilia porque se pierde a un hombre como Rafael, pero bien que haya sido valiente y no haya querido jugar con los sentimientos de él.
ResponderEliminarA veces creemos que una pasión ciega es amor, pero amor, es mucho más que eso.
Besos