6—Dudas razonables.
Se estaba convirtiendo en una lucha contra reloj, pero sólo ella luchaba, ella se había marcado
el tiempo, había puesto las manecillas en un lugar imaginario de la esfera en
el que sólo ella sabía cuando sonaría el gong y todo acabaría en un final
apoteósico… pero le asaltaban dudas de vez en cuando que hacían temblar un poco
su estabilidad.
A veces pensaba que echaba de menos a su lado a
Pablo en la ardua tarea de cambiar drásticamente de vida, sabía que el trabajo no le estaba dando ningún
respiro y lo comprendía, pero necesitaba su apoyo y su compañía en todas las
decisiones que estaba tomando en nombre de los dos y se preguntaba cada vez con
más frecuencia si Pablo verdaderamente había puesto la misma ilusión que ella
en los maravillosos planes de futuro… si realmente la quería tanto como le
decía…. Si ella misma seguía sintiendo la necesidad de unir su vida a la de
él…. Temía las respuestas.
Pero eso era en los momentos de desánimo, porque
cuando recapacitaba, se convencía a sí misma de que le quería muchísimo, de que
deseaba con todas sus fuerzas que llegara el día que estuvieran juntos y
enamorados en la casa elegida y de que Pablo sabría hacerla feliz.
Al otro lado de la ciudad y sentada frente a su
mesa del despacho, Emilia también divagaba.
La carpeta con el informe de un buen negocio por
cerrar parecía engordar con sus miradas desprovistas de interés, cada
página pasada carecía de signos y letras
y los esquemas y gráficos de colores, se le antojaban un desfile de carnaval…---tan lejos
estaba---.
Hacía tres días que no le veía, sus obligaciones
laborales se lo impedían y ella no quería importunarle ni agobiarle con sus
llamadas, pero le echaba tanto de menos…
ya no podía estar sin él, se había enamorado hasta la médula y la hacía feliz…
pero todo en la vida tenía una cara oculta y ya no se conformaba sólo con ver
un lado.
También Emilia necesitaba algunas respuestas,
últimamente le había dado por pensar y una pregunta le martilleaba el cerebro,
por mucho que se machacaba no comprendía
cómo su situación no había sido
descubierta todavía, cómo había
llegado hasta ahí sin que nadie hubiera
sospechado nada y pensaba que en la relación de su hermana, por mucho que ella quisiera aparentar, no
había mucha comunicación de pareja, pero
por otra parte, su ego volvía a hacer acto de presencia y se decía que era lo mejor
que había hecho en su vida… enamorarse… interpretar a su hermana y llevar una
doble vida sin alterar lo más mínimo la de los demás implicados. Pero la otra
cara le pasaba factura con más fuerza cada día.
Era muy feliz, sí…
cuando olvidaba quién era Pablo y quién era ella… porque cuando volvía a
tener noción de la realidad, el corazón se le partía de pena pensando que no
era a ella a la que quería Pablo, era complicado de explicar pero sentía unos horribles
celos de ella misma. La nitidez de sus
pensamientos en esos instantes, le hacían dudar, le dolía en el alma saber que
todo el amor que le prodigaba… las caricias… los besos… las miradas… los
preciosos detalles… nada de eso era suyo,
nada era para ella, todo lo que le entregaba era de otra mujer… y dolía
saber que lo que ella sentía jamás sería correspondido, que nunca sería para
Pablo más que una cuñada algo parecida a su mujer.
Su hermana sí había encontrado el amor de un
hombre bueno y a lo mejor ella no sabría corresponderle.
Odiaba tener que vivir así, siempre mintiendo y traicionando, pero de
momento, era su felicidad la que estaba en juego y no cambiaría por nada… hasta
que la obligaran las circunstancias.
Por fin, después de una semana, pudieron quedar
para almorzar, ilusionada por verle en un lugar tranquilo y poder mantener la
conversación que tenían pendiente sobre asuntos importantes para ambos, quiso que en ese encuentro Pablo viera lo
guapa que se había puesto para él.
Habían quedado a las dos de la tarde y desde luego
Emilia esta vez no sería puntual, se estaba retrasando en su afán de estar
apetecible para Pablo y cuando ya creyó que lo estaba, miró el reloj: ¡bueno, a
los hombres hay que hacerles esperar siempre un ratito! –se dijo-, pero de
todas formas, cogió el bolso y como alma que lleva el diablo, salió a
la calle y tomó un taxi.
Cuando llegó, se paró un momento para coger aire
cuando su móvil le daba el tono de mensaje recibido, no quería entretenerse, ya
lo leería después y en ese instante volvió a sonar, esta vez con tono
insistente de llamada, metió la mano en el bolso para apagarlo pero dejó de
sonar y algo intrigada miró la pantalla
iluminada… ¡qué raro, era Pablo!, decidió leer primero el mensaje: --Perdóname
Eloísa, por favor, el director nos ha llamado a todos para una reunión urgente
y no puedo eludirla, de nuevo mil perdones, te quiero, Elo--
Estaba en la entrada del restaurante, a dos pasos
de la calle, se paró en seco, la decepción era grande, se había arreglado para
él, la ilusión que sentía por verle se vino abajo, empezó a sentirse furiosa,
de buena gana le gritaría a la cara que eso no se le hace a ella pero se sosegó
respirando hondo y comprendió que no había podido hacer otra cosa, se había visto
obligado y seguro que él se sentía tan frustrado como ella… se tranquilizó y
pensó por un momento en entrar de todas formas, luego decidió que no le
apetecía almorzar sola y dando media vuelta, dirigió sus pasos a una parada de
taxis cercana.
Ya de vuelta en el coche, sonrió amargamente
mientras sus ojos brillaban húmedos… no era por la malograda cita, el pecho le dolía y en ese momento creía que
era la mujer más desdichada del mundo… volvió a leer el mensaje, se despedía
con un “Te quiero, Elo”.
Mientras Emilia se retrasaba y Pablo esperaba a
“Eloísa”, algo ocurrió, desde donde estaba sentado podía ver la entrada del
restaurante y visiblemente desencajado y nervioso manipulaba su móvil enviando
un mensaje, no apartaba sus ojos de la
entrada, decidió entonces hacer una llamada desesperada que cortó cuando comprobó que la destinataria se
paraba y giraba sobre sus pasos hacia fuera del establecimiento. Suspiró,
sonrió y siguió esperando.
Continuará
Estas dos brujas van a volvernos locos.
ResponderEliminarBesos.
EliminarDe remate, Chema....de remate.
Besotes.
Por fin el tonto de Pablo toma la iniciativa, vamos ¡que no enterarse!
ResponderEliminarBesos
Eliminar¡No es tan fiero el león como lo pintan ni tan tonto el corderito, jajajaja
Besos, Pilar.
esto.....Pablo descubrio a Emilia? mandándole un sms dirigido a Eloísa? maaadre del amor hermoso, esto es Falcon Crest! jajaja
ResponderEliminarBesitos
EliminarNo exactamente.
Pero es cierto que cada uno tiene sus propios intereses.
Besos apretaos.
Pablo o es tonto o se lo hace muy bien. Y las herejes y brujas siguen con lo suyo y dale que te pego.
ResponderEliminarUn abrazo.
EliminarJijijiji, somos más las brujas que los magos.
Pablo sabe muy bien lo que se hace.
Hasta pronto, Rafa.
Uy, uy que me estoy liando, no alcanzo a entender las implicaciones de la llamada, me lo voy a tener que releer.
ResponderEliminar¿Sabes que me ha gustado mucho? Como narras la desazón de Emilia por sentir que el amor que se le ofece a ella no es a ella en realidad a quien se le ofrece, pero en realidad si lo es..ahí entras en una espiral y a ver como sales.
Besos guapa
EliminarJijiji, ya te desliarás, jefa, que no es tan complicado.
Gracias por tus palabras, me ayudan a seguir, pero ten en cuenta que escribo los sentimientos de mis personajes sin doblez alguna, tal como los siento poniéndome en la piel de cada uno.
Apretaíiiiiiiiisimos.
Al final el "malo" va a ser Pablo. Verás la que se trae entre manos. Que interesados son todos, cada uno a su manera. Y cómo se parece en algunos aspectos a la realidad...
ResponderEliminarUn beeeso!
EliminarAparte de tu nombre, Imaginativa, me parece a mí que eres también muy intuitiva.... eso me gusta....me da la sensación de que le coges bien el hilo y, la verdad, crezco unos centímetros pensando que no escribo tan alocadamente.
Muchos besos apretaos, amiga.
¡¡uy... que lio bien gordo se está por armar!!...... hmmmmm....
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Eliminar¡¡¡Bien gordo, amiga, de los que a mí me gustan, jajaja!!!
Besotes.
Esto me recuerda a una copla que dice más o menos, dime que me quieres aunque sea mentira, pero dímelo.
ResponderEliminarSe pone muy triste el asunto.
Besicos.
EliminarTodas las relaciones tienen su buena dosis de tristeza, creo yo, Ana, cuanto más si la mentira está presente en el día a día.
Pero no te preocupes, la ficción, es lo que tiene, se puede terminar como uno quiera, jajaja.
Besos apretaos.
Esto prometo, por ello suspiro y espero.
ResponderEliminarBesos de continuación.
EliminarNo pienso hacerte esperar mucho, Gloria, no seré demasiado mala, jajaja
Besos.
Se va a liar una gorda...
ResponderEliminarBesos.
EliminarMás gorda se liará, espero no tropezarme con ninguno de tus amigos del siquiátrico.
A ver como se las avían.
Besos, Toro.