DECEPCIONANTE

  

Creo que una de las peores cosas que puede encajar el ser humano es la decepción, y sin embargo
 estamos condenados a sufrirla durante gran parte de nuestra vida.

Cuando somos jóvenes suelen ser decepciones que marchan parejas con la edad y que tenemos la autoría de ir encajando para que no lleguen a ser de importancia y almacenarlas en la "no memoria".

Pero, claro,  vamos madurando y esas decepciones nos la sirven en bandeja gente ajena a nuestro entorno, gente que no nos conoce y a la que le importamos un pimiento, y eso sí es doloroso porque nos da que pensar que quizás hemos ido delegando en esos ajenos, extraños completamente, que han hecho lo que venía bien a sus intereses sin tener en cuenta o importándoles una mierda lo que sucedía a su alrededor.

De un tiempo a esta parte, mi forma de pensar ha cambiado bastante, en parte influenciada por esos benditos mayores que han vivido épocas parecidas con demasiada frecuencia y que se repiten sistemáticamente cada equis años.

He leído últimamente dos libros que por casualidad, ambos relatan pasajes de la historia de España, uno centrado en Cataluña y otro en Andalucía, documentados, uno en los años 1500-1600,( La Leyenda del Ladrón, de Juan Gómez Jurado) y el otro en 1700-1800, (El aire que respiras, de Care Santos) y desde luego no fue tanto la sorpresa como el desconocimiento. Aparte de que el comportamiento de algunos  miembros  de la Corona en aquella época no era modelo a seguir ni fueron ejemplo de nada, (como ahora),  comprendí que ya en aquellos tiempos la corrupción era la forma de vida de los políticos,  su "modus operandi" sigue vigente, es la vanguardia del país, el chantaje, los sobornos, el cohecho... eran un arma eficaz para conseguir hacerse con el poder, con el agravante de que entonces un chivatazo era una condena a muerte.

No divago, amigos, es sólo que ahora pienso que España ha sido siempre un país de ladrones, que no sólo los políticos humillan al pueblo con el engaño y la fuga de nuestro patrimonio, que, incluso, los propios ciudadanos españoles, a los que no importa nada más que enriquecerse, han evadido impuestos y fugado capitales porque, aparte de creerse mejor que los demás, han tenido la suerte de contar con el beneplácito de los encargados de vigilar, precisamente, que no se defraude y que no se lleven España a trocitos. Sí, pienso que somos culpables de vivir en un país endeudado por nuestros propios errores cometidos a conciencia, por el afán de poder y  ambición desmedida, por el poco aprecio que le tienen a  su tierra, que prefieren dar las ganancias obtenidas en ella a otros países para que "se las guarden", dándoles así oportunidades de negocio y riqueza a esos otros que no nos necesitan para nada y empobreciendo su propio país sin ningún tipo de remordimientos.

Sí, tenemos lo que nos merecemos, lo que nunca debimos perder... la falta de confianza en cualquiera que, con nuevas buenas palabras quiera gobernarnos, además de  la decepción de vivir en un país que ya no nos sirve para vivir.