Por las mañanas, camino del trabajo, paso por una esquina en la que hay un edificio alto de viviendas no asequibles a cualquier bolsillo, no puedo decir que sean de lujo extremo porque no las conozco por dentro... pero sí de un cierto nivel económico.
En sus bajos, se encuentra una sucursal de una entidad bancaria que para no desentonar con el resto del inmueble, tiene una decoración moderna, lujosa, entre comillas, porque verdaderamente no tengo ni idea de cuánto puede haber costado su mobiliario. Pero lo que sí tiene, son lámparas y plafones que inundan de luz todo su interior incluso en la oscuridad de la noche.
Bueno, pues este... llamémosle negocio porque lo es, suele tener una inquilina de unos 30 años afincada en su exterior, durmiendo a la intemperie, cubierta sólo con cartones y plásticos bajo el amplio techado del edificio.
La fuerza del orden público viene a menudo previa denuncia de los integrantes de la sucursal, a desolajarla... se la llevan junto con sus pertenencias (una abultada bolsa de plástico) a cualquier refugio o casa de acogida temporal.... aunque ella vuelve en la primera oportunidad que tiene... sabiendo que en los próximos días repetirá el eterno paseo a ninguna parte con la esperanza de que nadie ocupe su particular parcela.
Paradojas de la vida, una sola pared separando los extremos.
Dentro, la riqueza, fuera... lo peor de la pobreza.
Dentro, la amabilidad y la simpatía, fuera... la intransigencia.
Dentro, la adulación y fuera...la humillación.
Dentro, la abundancia y fuera la intolerancia.
Dentro, calor, y fuera, frío... el frío que entumece los huesos y que sólo puede templar el ardor del contenido de una botella tapada con gruesos cartones.
Cada vez que la veo siento la necesidad de arroparla, alimentarla...cuidarla... es tan joven para estar así, sola... desamparada, olvidada del mundo, pero lo que más me duele es que ella no quiere otra vida, otro lugar para dormir, no quiere otra compañía que la de su botella.
Todo el mundo la conoce hace tiempo, no habla con nadie, no contesta cuando se le pregunta...sólo esconde la cara, no quiere ir con sus familiares ni quiere que nadie vaya a buscarla, no quiere cambiar de sitio, ése es el que quiere, donde no se moja cuando llueve aunque pase frio, es su sitio, teme que alguien se lo quite porque sabe que como ella, hay muchos que buscan un sitio a resguardo. Cuando se la llevan, sabe que esa noche dormirá en un jergón, pero ella prefiere la dureza a la que está acostumbrada.....la vida que tiene...que la dejen en paz.
Me daría miedo saber las circunstancias que la han llevado a estar así y creo que muchos de estos problemas con ayuda a tiempo, podrían tener solución, pero también me asusta saber que muchos miles de personas rechazan esa ayuda y prefieren llegar al final del camino, cuanto antes mejor.