2---Ni para mí, ni para ti.
En cuanto llegó a la casa que
pensaba dejar, llamó a su hermana. Después de todo, con la decepción y el
coraje que llevaba dentro en ese momento, no pensó que ya no le podría dar en
las narices a Eloísa, su necesidad de desahogarse y contarle a alguien lo que
le había pasado era superior a ella y lejos de confiar en alguna amiga, lo
único que deseaba era contárselo a su hermana, ella seguía siendo, por muchas
putadas que se hicieran, la persona que conocía todos sus secretos y con la que
no le importaba compartir su mala y su buena suerte.
--- Elo, no te puedes imaginar lo
que me ha pasado, ¡¡he perdido el apartamento por un malentendido y ya tiene otro inquilino!! ¿Te lo puedes creer?
Al otro lado del teléfono, en la
cara de Eloísa se había dibujado una macabra sonrisa...¡¡¡bien!!! Ahora seré yo
la que tenga piso antes, pero esos eran sus pensamientos... su voz sonó de
distinta forma al contestar a su hermana.
--- Lo siento Emilia, pero no te
preocupes, ya verás como encuentras otro de tu gusto en un pis pas,
apartamentos en alquiler hay por toda la ciudad.
--- Sí, si ya lo sé, pero a mi me
gustaba éste y creo que tardaré en encontrar otro que reúna las mismas
condiciones.
--- En fin, ¡qué se le va a hacer!
tengo que dejarte Emilita, el deber me reclama, ya hablaremos.
¡¡ Qué caras tan dispares tenían las
dos cuando cortaron la comunicación!! Emilia, indignada y sin comprender todavía
cómo se había producido ese malentendido, dio rienda suelta a su enfado
golpeando con saña el sofá con los preciosos cojines que lo adornaban, a la vez
que sus lágrimas asomaban tímidas a sus ojos y por la habitación revoloteaban
numerosas plumas de pato...o de pollo o cualquiera sabe de qué.
Sin embargo, la expresión seria que
mantuvo Eloísa mientras hablaba, se fue transformando muy despacio, primero en
sonrisa y luego en una sonora carcajada a la vez que sus ojos brillaban de una
forma "casi" insultante, "está bien, manos a la obra"
pensó, "ahora tengo que ser yo la que consiga antes mi piso". La
lucha continuaba.
Emilia dejó pasar un tiempo antes de
empezar de nuevo con la búsqueda, no quería que la fotografía mental que tenía
del apartamento le impidiera ver las cualidades que pudieran tener otros,
prefirió esperar un poco. Mientras seguía con su habitual día a día, salía con
la reunión de amigos y amigas a bailar, a cenar, de excursión los fines de
semana a algún pueblo, bosque o monte que no hubiera pateado antes, le gustaba
el senderismo.
En una de esas noches de cena con
los amigos, en un restaurante conocido y muy a la moda últimamente entre la
gente joven, le pareció ver a su hermana en una mesa al final del salón,
acompañada también de varias parejas de amigos que charlaban animadamente,
Eloísa reía sin cesar, sobre todo con el acompañante de su derecha. Un buen
mozo, pensó Emilia, y siguió disfrutando de su propia cena y de sus propios
amigos, pero sin dejar de lanzar
disimuladas miraditas hacia su hermana a la que veía gestos poco habituales. Lo
que veía la dejaba más intrigada por momentos.
La curiosidad se la iba comiendo por
minutos, empezó a comérsela por los ojos, que ya no podía dejar quietos y sin
poder evitarlo, ellos solos se dirigían a la mesa del fondo, siguió por el
pecho, notaba como la puñetera curiosidad le hacía sentir desasosiego,
respiraba con más rapidez y se controlaba para no jadear, no quería que sus
amigos pensaran que estaba teniendo pensamientos eróticos y cuando por fin pudo
recuperar su ritmo normal de respiración, notó como la curiosidad la pinchaba
en su precioso culo y la hizo saltar de su asiento de forma brusca, tanto que
al hacerlo, la mesa bailó y la mayoría de las bebidas de los comensales fueron
a parar al inmaculado mantel, parecía un cuadro abstracto, con manchas
multicolor... vino rosado, blanco, rioja, cócteles a base de distintos zumos de
fruta... en fin, todo un poema visual, los amigos se asustaron y con cara de
circunstancias preguntaban preocupados: "pero ¿Qué te pasa? ¿Estás
bien?" ---sí, sí, no es nada, necesito ir al baño.
Cogió su bolso, creyendo que sus
amigos pensarían que tendría una descomposición repentina de vientre y que le
urgía sentarse en el inodoro, cosa que la sacaba de quicio porque en su círculo
de amistades, esas cosas eran de mal gusto, como si los pijos no tuvieran
necesidad de soltar lo que comen, pero
fueron instantes los que le duró ese desconcierto porque su mente ya estaba
siendo ocupada otra vez por la malsana curiosidad que la invadía. A medida que
se iba acercando se iba fijando más en la --a su modo de ver-- extraña pareja,
decidió que antes de entrar en el servicio de señoras, saludaría a los
presentes en esa mesa como mandan los cánones de la educación y como manda su
papel de hermana cariñosa.
Continuará