Se separó hace tres años, su vida era un infierno, sus días eran candentes, su casa estaba tan caldeada que no tenía apoyo ni siquiera en las paredes, no podía seguir así, aquello tenía que cambiar antes de que en el suelo se formara un charco con ojos, no quería que su vida se derritiera sin haber sido importante por lo menos para ella.
Tenía amigas a las que les importaba, pero cada una de ellas tenía obligaciones impepinables a las que no podían eludir para acompañarla en su viaje, la una...tenía que estar en casa para cuando su marido estuviera de vuelta, la otra debía tener lista la ropa de su hijo, lavada y planchada cuando éste cada noche la recogía y volvía a dejarle otra bolsa de colada y la otra no podía faltar a sus sesiones diarias de terapia de grupo para la ludopatía porque si no, se iba después al bingo con cargo de conciencia. Podía contar con ellas para salir de vez en cuando a cenar, al cine, de excursión a un pueblito cercano, pero no para un viaje para el que llevaba tres años ahorrando y que no estaba dispuesta a posponer más tiempo, no sea que por mano del demonio le diera un algo y se quedara tiesa y no pudiera disfrutar de lo que esta vez había planeado ella.
Empezó a pensar en ello a los pocos meses de su separación, lo que antes era un infierno ahora era un mar de aburrimiento, la casa se le caía encima y llegó a tener miedo de morir aplastada por el techo de su salón, donde pasaba la mayoría del tiempo delante de un televisor de veinticinco pulgadas antiguo en el que de vez en cuando y sin saber cómo, en la pantalla aparecían seres "extraterrestres" -por el color verde intenso de sus cuerpos- y lo malo era que no se les iba el color en por lo menos, dos o tres días.
"¡¡Me voy de viaje!!, no lo pienso más, me lo puedo permitir, con mi paga y el dinero de la venta de los bienes gananciales voy a estar por ahí hasta que se me acabe"
El destino elegido fue un lugar paradisíaco. Un hotelito de lujo, habitaciones preciosas con vistas al mar, cama hecha, ropa limpia y planchada por otras personas y todo atenciones por delante, ¡¡Lo que hace el dinero!!.
Paseaba, tomaba el sol, salía a conocer la isla y a sus gentes y a comer en los típicos chiringuitos del lugar. Comiendo, por cierto, conoció más a fondo a uno de sus gentes, que era a lo que había ido al fin y al cabo.
Era un chico amable, de amabilidad extrema porque si no, no podía comprender como siendo tan joven era tan atento y estaba tan pendiente de ella... era simpático, la hacía reír y la acompañaba a sitios nuevos cada día con el fin de que conociera rincones exóticos de la isla. Su amabilidad traspasó en uno de esos rincones la finísima línea que había entre los dos, finísima porque tampoco tenía ella mucho interés en que él tuviera que coger una canoa para atravesarla... y surgió el primer beso.
Ya con el beso tembló un poco, no supo recibirlo bien, no había sido como los que le daba su ex, el chico había abierto mucho la boca, no sabía si ella tenía que hacer lo mismo o dejarla quieta dentro de la de él. El segundo fue mejor, se dejó llevar y hacía lo que hacía el otro, boca abierta, cara p'acá... cara p'allá... lenguilla juguetona y ¡ay! ¡qué dolor! ... un crujido en el cuello, pero bueno, es excitante sentirse así, cuando se canse, adiós muy buenas.
Por lo visto no se cansó tan pronto porque la acompañó a la habitación del hotel con las ideas bastantes claras de cómo terminaría la noche. A ella no le importaba, no tenía que darle explicaciones a nadie, ni nadie allí la conocía para que pudieran criticar su comportamiento. De nuevo temblaba, ahora de una mezcla de miedo y excitación por no saber lo que se iba a encontrar ni como la iba a tratar.
Mientras se cambiaba en el baño, él ya se había desnudado en la habitación, se quedó frente a la puerta esperando a que ella saliera y cuando lo hizo se ruborizó al contemplar lo que tenía delante.
¡¡Dios mio!! ¿Qué es eso? se preguntaba sin dejar de mirarlo." Mi ex no tenía ese color ni esa hermosura"
Claro está que el color tenía que ser diferente, nunca había estado con un hombre negro, en cuanto a lo otro...no era cuestión de raza, simplemente ...de suerte.
Cuando al fin el chico se metió en la ducha, ella no dejaba de preguntarse..."¿Cómo es posible que mi ex no supiera estas cosas, que no supiera que yo tenía otros puntos de placer? ¿Y yo? no sabía que podía cambiar tanto de estrategia, nadie me enseñó a no estar todo el tiempo mirando el techo como una muerta. ¡¡Ya me decía yo que eso de hacer el amor era como..."cría fama y échate a dormir".
Bueno, pues será cosa de disfrutar mientras se pueda de lo que la vida nos ofrece.
Al término de sus vacaciones, se fue de vuelta con el bolsillo vacío pero con su estima llena de orgullo y satisfacción. Cuando al volver las amigas le decían :"¡Pero qué blanca vienes, quién diría que has estado en una isla caribeña!"
Sí, qué le vamos a hacer, al poco de llegar cogí unas fiebres altísimas de esas que tienen los indígenas del lugar y me han tenido todo este tiempo en la cama, poco sol he tomado.
imágen:www.picsearch.es
Como podéis comprobar, la etiqueta de esta entrada es "Medias verdades".
La protagonista de esta historia existe, he cambiado algunas cosillas del texto para darle un aire fantasioso, pero existe, ya es mayor, (alrededor de 70 años), se conserva muy bien y tiene la memoria intacta, sigue viviendo sola, es muy querida por sus vecinos... a los cuales -los de confianza- les cuenta sus batallitas con muchísima gracia. Imaginaros a una señora mayor contando historias con esta picaresca. Estupenda.